• Correspondencia Epistolar. Entre el Beato Diego José de Cádiz y su director espiritual P. Francisco Javier González de Cabrera
Correspondencia Epistolar. Entre el Beato Diego José de Cádiz y su director espiritual P. Francisco Javier González de Cabrera

Correspondencia Epistolar. Entre el Beato Diego José de Cádiz y su director espiritual P. Francisco Javier González de Cabrera

18,00 €

La primera edición de esta correspondencia fue dirigida en 1901 por el P. Ambrosio de Valencina. Ciento veinte años después sale a la luz nuevamente el libro con la indicación de edición revisada y actualizada, que significa lo siguiente: las cartas de Fray Diego han sido cotejadas con las originales, que se conservan en el Archivo Histórico de los Capuchinos en Sevilla. Las cartas del director no pudieron cotejarse porque en los años 70 un archivero inocente las prestó, sin un documento que lo acreditara y que protegiera la documentación de posibles extravíos, a un archivero astuto de la orden a la que perteneció el P. González; el inocente murió y del astuto nunca más se supo; de todas maneras estas cartas tienen la garantía de autenticidad del P. Ambrosio de Valencina, honrado historiador y fiel custodio que fue de toda documentación relativa al Beato.

Como es lógico, la actualización no se refiere a las cartas sino a las notas. En 450 notas a pie de página se ha procurado, con brevedad, enriquecer la Teología ascética y mística del P. Ambrosio, con la Teología de la vida espiritual que evolucionó con los grandes teólogos del siglo XX, el Concilio Vaticano II y la doctrina de los Papas de los siglos XX y corriente; además se han aportado otros datos que se han podido averiguar. Pero también debemos aclarar que se han recortado notas que hubieran merecido un excursus amplio, como es el caso de la relación de Fray Diego con el teatro, y su relación con la Ilustración, porque habrían exagerado la edición en número de páginas y aun así suman 508.

¿Por qué sacar a la luz estos textos del siglo XVIII? Por muchas razones. Ante todo, las cartas del viejo director son un prodigio de sabiduría, pero las más interesantes son las del joven dirigido que llegan a sobrecoger al lector por su sinceridad, por su humildad y apertura al director, a quien considera voz de Dios; porque descubrimos en ellas que están escritas a corazón abierto por un hombre joven, un capuchino misionero, , sin tapujos ni falsos pudores, en un precioso español coloquial que nada tiene que ver con el español relamido y artificioso de su época (que es el que suele usar el P. González). Porque en ellas se perfila a Fray Diego como místico de la misión en la iglesia. También en ellas se va tejiendo una nueva forma de dirección espiritual, no la tradicional que era vertical (padre -hijo espiritual), sino un diálogo entre amigos que, aun conservando las formas, se va convirtiendo en una dirección de igual a igual pues llega el momento en que el lector no sabe quién dirige a quién. Aplicando a Fray Diego la psicología que en su tiempo se usaba, podemos definirlo como un primo primi que sabe aplicar su acción incansable y su pasión clara a su vocación y a la tarea evangelizadora que Dios le encomienda.

Hay otra razón en el trasfondo editorial: dar a conocer hoy la medio olvidada figura del personaje Fray Diego José de Cádiz, al que sus enemigos contemporáneos suyos, que los tuvo, y los actuales, que los tiene, no le han perdonado su extraordinario poder de convocatoria en toda España, pues nunca se ha dado otro caso de tantas multitudes para oír a un predicador, ni despoblarse las aldeas para acercarse al camino por donde tenía que pasar el capuchino santo para verlo, tocarlo, pedirle, cosa que difícilmente podían hacer porque, muy a su pesar, el fraile tenía que ir protegido por un piquete de soldados. No le perdonaron nunca que Pío VI le enviara un Motu Proprio, ni que en veinte y cuatro diócesis los obispos lo nombraran teólogo de cámara y examinador sinodal, ni que diez y nueve cabildos catedralicios le otorgaran el título de canónigo honorario, igualmente en seis colegiatas. Si se enumeran los títulos civiles: siete universidades lo nombran doctor honoris causa; once ciudades le otorgan el título de caballero veinticuatro...etc. Como contraste, recientemente un intelectual gaditano pidió en una editorial de prensa local al rector de aquella universidad que retirara del colegio mayor su dedicación a Fray Diego pues en estos tiempos es como dedicar una institución cultural a un payaso de la TV. Tuvo una debida contestación de un padre carmelita.

Equipo de edición de la obra.

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