Trotacaminos de Dios (Beato Diego José de Cádiz)
11,00 €
Este Trotacaminos de Dios, que ve ahora su 2ª edición, fue escrito en plena efervescencia posconciliar, a tan sólo 18 años del Concilio Vaticano II y conserva hoy toda la actualidad que le imprimió su autor, trazando una biografía del Beato Diego José de Cádiz ágil, viva, atractiva, encuadrada en su contexto histórico, con un lenguaje actual, vivo y rico en el mejor sentido literario, tras limpiarle las capas de barniz, con la que, escritores de tiempos posteriores a la muerte del beato, emborronaron y velaron la figura auténtica de aquel gran apóstol y evangelizador de España durante el siglo XVIII.
Pepe Caamaño, que así se llamaba de niño, jugaba en su infancia recortando muñecos de papel en forma de capuchino y decía: Este es Pepe Caamaño predicando en las Indias o, simplemente: Este es Pepe Caamaño predicando. Y a fuerza que lo consiguió, porque desde este deseo infantil hasta el punto de pedir a Dios que lo dejara misionar a las puertas del infierno para que no entrara nadie en él, hay un arco temporal no muy extenso, que lo llena aquella talla de roble, gigante como él solo, apóstol del pueblo que quiso ser capuchino, misionero y santo hasta que lo consiguió.
Los santos no son objetos de lujo distanciados de nuestra común aventura humana. Ellos han realizado una trayectoria idéntica a la nuestra, inmersos en los problemas vulgares que a todos nos atenazan. La estatura de un hombre a otro, de una mujer a otra mujer, varía en realidad muy poco: todos sufrimos y gozamos con los mismos dolores y las mismas alegrías. Lo que cambia es el tono, la música que ponemos a nuestra existencia, el estilo utilizado en la resolución de las papeletas de la jornada.
Los santos cumplen una función social comunitaria. Los santos aportaron riquezas espirituales, bondad, caridad, sencillez, limpieza, al fatigoso discurrir de la caravana que somos los hombres en la tierra. Por eso su historia importa, tiene un valor en sí digno de atención. Sería absurdo hacer ascos a los diferentes modos de santidad. Con cada santo entra en la vida eterna un fragmento de la historia humana.
Los santos son personas enmarcadas en las circunstancias concretas de su tiempo. No son gente desarraigada. Cada cual en su época, viven con diverso estilo una melodía idéntica. De ellos podría decirse el asombro que Gerardo Diego dedica al río: Cantar siempre el mismo verso / pero con distinta agua.
Amigo lector: Si desea conocer aquel niño Caamaño convertido en apóstol y misionero de España, si quiere descubrir el secreto protector de un chaleco antibalas durante sus correrías apostólicas, si quiere saber cómo el serón de aquel panadero que iba a vender su pan a un pueblo cercano y cuando llegó se lo encontró lleno de calabazas en vez de pan, acérquese a esta pequeña biografía. Seguro que no se sentirá defraudado.
Alfonso Ramírez Peralbo (Vicepostulador)