San Isidro Labrador. Santa María de la Cabeza, su esposa
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Este apasionante libro nos muestra la vida de un santo, san Isidro y de su esposa santa María de la Cabeza.
Al escribir la vida crítica de cualquier persona es necesario tener en cuenta los datos de la historia, así como aquellos que proporciona la sana tradición.
La historia es parca en la biografía de san Isidro. No así la tradición que se ha mantenido fresca y jugosa a lo largo de los siglos en los lugares donde vivió el santo.
Sería cicatero negar autenticidad y valor a estos hechos, cuando sabemos por otra parte que en los siglos XI y XII, en que vivió el Labrador, más que escribir se comentaba, al amor de la lumbre o a la luz de las estrellas, las gestas de los hombres famosos. No eran tiempos de prensa escrita, ni de radio, ni de televisión.
Al no existir contacto con -el exterior-, las noticias eran forzosamente pocas; las tradiciones se conservaban mejor y solían repetirse durante mucho más tiempo.
En el pueblo piadoso se ponía especial interés en transmitir oralmente aquellos hechos, que servían para -edificar y alimentar- la fe de los cristianos.
Concedemos un valor especial a los datos aportados en los Procesos de canonización de Isidro. Los testigos, después de jurar sobre los Santos Evangelios, eran exigentes en sus respuestas.
Además, se sentían continuadores de una tradición ininterrumpida. Solían terminar sus declaraciones con estas o parecidas palabras: "Todo lo cual sabe (el testigo) porque así lo oyó de sus mayores y más ancianos, como ellos lo habían oído de los suyos, y conforme a una continua tradición".
Prescindimos de toda controversia a la hora de señalar años concretos en la vida de san Isidro. Lo consideramos inútil, al no existir documentación escrita fehaciente.
Seguimos aquellas fechas que encuentran mayor apoyo en la tradición popular.
Al estudiar la vida de san Isidro, necesariamente nos hemos encontrado con los datos que aporta la tradición sobre su esposa, María de la Cabeza. En el libro encontrará el lector lo más significativo sobre ella.
La vida santa de estos dos labradores contradice la tesis, muy extendida en aquella época, de que la santidad era algo privativo de la clase alta y del clero. En cualquier estado y situación puede florecer la santidad.
Dios da su gracia a todos. Ante Él no existen las clases sociales.
Comienza este trabajo haciendo una incursión rapidísima a los orígenes de la Villa del oso y del madroño, para describir con más detalle el Madrid que conoció nuestro santo.