Memorias del MACCO. Una aventura cultural amazónica
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A lo largo de muchos años construimos un gran patrimonio cultural; se necesitaba un buen recinto para ponerlo a disposición de todos y seguir ampliándolo.
La ciudad de Coca requería un lugar para el juego social y la innovación que construyen ciudadanía culta. Un Centro Cultural debe contar historias.
Mostrar cómo la actualidad tiene que ver con el pasado de la zona, que debe ser constantemente releído. El Museo de una región ha de ordenar la historia de ésta para cimentar la sociedad local y la nación.
Fue una hermosa aventura en el Oriente ecuatoriano. Como las auténticas, de final incierto.
Nadie apostaba a que pudiera terminar bien. Pero la aventura no es el final, sino el camino.
Nos propusimos intentar lo que no se había hecho y a nadie interesaba ensayar. No hacía tanto que en los mapas ecuatorianos se señalaba nuestra zona del Nororiente como: selvas desconocidas y habitadas por salvajes. Luego, bosques han sido valiosos por el petróleo y otras extracciones, apenas por su valor cultural.
El desconocimiento sigue siendo el argumento principal de su existencia a ojos de la nación.
Durante años esta empresa que intentábamos fue mirada con desdén. Pero el estímulo era magnífico: salvar un patrimonio indígena de gran valor y rara belleza. Hacer vivir de nuevo, en la ciudad de Coca, a los Piratas del Napo.
En este galpón de colores de Pompeya-Río Napo, se inició la aventura cultural plasmada en la construcción del MACCO (Museo Arqueológico Centro Cultural de Orellana) en la ciudad de Coca. Los misioneros capuchinos dieron a su creación el nombre de CICAME (Centro de Investigaciones Culturales de la Amazonia Ecuatoriana).
Abajo, la imagen de la primera Exposición arqueológica, a primeros de los años 70, muestra el interés que mantuvieron, durante más de 50 años, por conservar el patrimonio ancestral para ahora entregarlo a la sociedad ecuatoriana.