Abecedario Evangélico de Valores Humanos
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Pretendo con estas reflexiones ofrecer un abecedario evangélico de valores (hoy se insiste mucho en la educación en valores) que nos permita acceder sintéticamente a sus núcleos humanizadores, pues ser discípulo de Jesús es ser hombre y configurar la vida con su estilo. Y, para facilitar su lectura, he elegido el orden alfabético.
Esfuérzate y sé hombre (1 Re 2,2). Fue el último consejo de David a su hijo Salomón; consejo que puede considerarse de validez permanente.
Ser hombre no es solo una herencia ni un hecho físico-biológico. No se es plenamente hombre por el hecho de nacer. El nacimiento es la vocación y la posibilidad para serlo de verdad.
Ser hombre es una tarea, un quehacer: ir humanizándose y humanizando el entorno, evitando deslizarse hacia posiciones inhumanas (ídolos...) e infrahumanas (masas anónimas, gregarias...), profundizando en uno mismo hasta encontrar esa porción divina que nos convierte en su imagen y dignifica nuestra existencia (Gén 1,26). Es una invitación a peregrinar al centro silencioso de la vida para encontrar nuestra verdad y la de Dios.
Ser hombre es también la primera cualidad que la Biblia exige a sus lectores. Ésta, no pocas veces, se nos cae de las manos porque nos falta humanidad para abrirla y sostenerla.
La Palabra de Dios, es un hontanar de humanidad, capaz de saciar la sed más profunda, si la anhelamos con la intensidad con que busca la cierva las corrientes de agua (Sal 42, 2) y con la sinceridad con que la mujer de Samaría pidió a Jesús: Dame de esa agua (Jn 4,15).
Un ámbito en el que el hombre puede descubrir la posibilidad y las condiciones para una existencia humana verdadera; porque no es solo un testimonio cualificado del proceso de maduración humana, de la humanización del hombre, sino que es también, y sobre todo, protagonista, agente de esa humanización; es una palabra que humaniza.
Vale la pena hacer el esfuerzo de humanizar la vida desde la Palabra de Dios, desde el Evangelio de Jesús.