La Aventura Misionera de Inés Arango y Alejandro Labaka (PDF)
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Después de veinticinco años, hemos vuelto a recorrer algunos senderos de Alejandro Labaka e Inés Arango, que navegaron por el río Yasuní, rompieron sus sandalias por trochas inexpugnables y volaron con aspas de helicóptero sobre el verde y tupido techo de la selva amazónica.
Seguimos los pasos de Crónica Huaorani, los gritos de esperanza de las minorías éticas amazónicas y la sangre derramada por la selva misionera de dos hijos waorani y hermanos con Francisco de Asís.
Alejandro e Inés, dos cristianos consagrados, dos religiosos franciscanos, pero ante todo, dos personas humanas en búsqueda de autenticidad nos muestran algunos caminos, vías, estilos, o modos de ser cristianos hoy en medio de los procesos sociales, políticos, culturales, religiosos y simbólicos que vivimos.
Con su propia entrega, nos dicen que la selva no es un espacio para el olvido ni los refugios, sino lugar de vida amada y compartida, hasta el punto de asegurar que nosotros somos felices en la selva a la que amamos intensamente porque en ella se siente vivamente a Dios, en su aire, en su libertad, en el hermoso despertar de cada mañana, en el bullicio de todas las criaturas que nos invitan a alabar al Señor en su grandeza.
El Simposio sobre la Vida y Misión de Alejandro e Inés, celebrado en Quito del 21 al 24 de mayo de 2012, nos llevó a descubrir la dimensión política de todo compromiso por la vida de los pueblos, culturas y territorios de esta parte olvidada del Ecuador, con el aporte desafiante, fotográfico, comprometedor y documentado de Miguel Ángel Cabodevilla. El autor nos está entregando un aporte diferente para tener una mirada nueva de la selva desde la perspectiva de la investigación crítica, la desmitificación de algunas gestas históricas y el valor de quienes arriesgaron su vida para dar vida a los tagaeri, porque si nosotros no vamos, los matan a ellos.
Volvimos a tomar conciencia de la distancia frustrante entre las declaraciones y las trochas, de tal modo que asumamos la responsabilidad de reconocer su derecho de conservación de la propia identidad, como pueblos... su derecho para ser amparados por las leyes justas y adecuadas para la tenencia legalizada de sus tierras y para organizarse para poder ser artífices de su propia promoción económica, social y religiosa (R. Grández, Vida y martirio, p.462).
Las páginas, que los cinco autores están compartiendo, nos invitan a descalzarnos, hacer una misionología práctica, aprender un estilo de vida para sangrar con un tipo de muerte, porque se hace actual el anhelo de estos dos aventureros del Evangelio que querían convivir amistosamente con ellos, procurando merecer descubrir con ellos las semillas del Verbo, insertadas en su cultura y sus costumbres.
Fidel Aizpurúa llega a afirmar que, para las comunidades del oriente ecuatoriano junto al Evangelio se coloca también, aunque fuere en distinto nivel, la Crónica de Labaka, como apuntes de misionología, bitácora de inculturación, búsqueda de políticas que den vida frente a la arrolladora presencia de quienes llegan para sacar, se marchan sin sembrar y consumen sin pensar.
En este sentido, Crónica Huaorani es un libro fundacional, no un libro cualquiera, porque se adivina en los ojos de todos el regusto de que el Evangelio es una aventura como para entusiasmar a los jóvenes de hoy (CH 103).
Roberto Tomichá, de la comunidad de Chiquitos (Bolivia), deja bien claro que todo pueblo tiene derecho a la tierra, su cultura y la autogestión, como reconocieron Alejandro e Inés, que adoptaron la cultura de la desnudez como un valor no como una limitación; intuyeron y desvelaron con mucho cariño y con honda fe las semillas del Verbo sembradas profundamente en las intrincadas selvas del Oriente Ecuatoriano.
Rufino Mª Grández no pretende tanto ensalzar la figura personal de este hermano, obispo y mártir, sino aprender de quienes han arriesgado la vida por Evangelio, con una motivación antropológica y teológica, con espiritualidad que nace de la fe y provoca un estilo de vida aventurero y arriesgado, solidario con lo sencillo y capaz de acercarse a los alejados por la violencia, ambición, colonización, indiferencia cómplice y las acciones exterminadoras...
Isabel Valdizán, parafrasea, reflexiona y nos desafía con cada palabra final de quien mira la selva con mirada nueva de amor incondicional.
La autora se pregunta (y nos pregunta) si seremos capaces de descubrir en la historia de cada día, al Dios de la Historia, que se encarna, que se hace presente, Dios vivo, viviendo con nosotros, pasando desapercibido No es difícil leer entre líneas que los autores nos hablan de simples misioneros, trabajadores en la trinchera que maduran cada día en la vida inserta del Oriente, por el único camino posible de evangelizar a aquel colectivo amazónico: la total integración, tratando de dominar nuestras impaciencias inmediatistas por una encarnación real en la vida del mundo Huao, hasta descubrir con ellos las semillas del Verbo, escondidas en su cultura y en su vid
Encarnación, Pascua y Pentecostés definen la aventura del Evangelio de Alejandro e Inés entre ríos y chontas, con sajinos y pirañas, en hamacas y canoas, con lanzas y sangre... entre sueños y encantos de una propuesta de vida que nos desafía más allá de la triunfalista memoria o de la grandilocuencia de los argumentos... porque nos lleva al compromiso práctico con la Amazonia y sus Señores, con nuestra espiritualidad y las culturas, con la indignación y las propuestas creativas.