"El Señor me dio hermanos" -Tomo II

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Ya tenemos el tomo II de -el Señor me dio hermanos-.

La aparición del primero de esto dos tomos se remonta a 1993 y desde entonces han sido muchos quienesnos han preguntado por el segundo o nos lo han solicitado.


Gracias a Dios ya está editado y a su vista puede deducirse que el número de hermanos capuchinos que han engrosado la fila de los que se han presentado a servir a Dios y a los hermanos por amor a El y en olor de santidad no terminó con el siglo XVII.


En los dos siglos posteriores, XVIII y XIX, como asimismo en el XX, tampoco han faltado modelos y ejemplares de iguales o similares características en la vida capuchina, que, bien trabajando en la extensión del Reino de Dios en lugares remotos de su país nativo, bien entregados a los fatigosos ministerios de la predicación y confesionario en la propia nación, bien en el humilde y pesado ejercicio del oficio limosnero, o, bien testimoniando su fe hasta el martirio, han sabido continuar la gloriosa y extraordinaria estela iniciada en el siglo XVI.

Como en el anterior tomo, también en éste van desfilando una gloriosa serie de hermanos capuchinos y una hermana capuchina de las distintas naciones europeas, pertenecientes a distintos momentos de la movida y revuelta historia de estos tres últimos siglos.


Supieron, centrarse en la misma trayectoria espiritual-franciscanista seguida por sus predecesores, que en nada desmerece a la realizada por aquéllos.

Más bien, nos atreveríamos atestiguar, si es posible esta afirmación, que los superan, pues al encontrarse con unas complejas dificultades que los anteriores no tuvieron -basta considerar el entorno y circunstancias, si no antirreligiosas, que también las hubo, sí, ciertamente, menos religiosas-, tuvieron que testimoniarla de forma distinta.

Por esto, precisamente, al considerar los avatares revolucionarios de la propia historia de esos mismos siglos, hemos de concluir una mayor heroicidad, si cabe, no decimos virtud, en ellos, al haberse tenido que enfrentar con unas circunstancias que en nada les favorecían en su vivencia franciscana-capuchina.

Dejemos, sin embargo, al lector la libertad para deducir de su reflexión y lectura cuanto las mismas puedan proporcionarles.

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