Esteban de Adoáin -El libro de Lázaro Iriarte nos muestra la vida de este misionero capuchino.
El Padre Esteban de Adoáin es uno de los más conocidos misioneros que la Orden Capuchina ha tenido en sus más de cuatrocientos años de historia.
Durante cuarenta años realizó su labor apostólica con heroica abnegación en diversas naciones. Sufrió muchas persecuciones siendo expulsado de unos países a otros, pero el fruto espiritual de su evangelización fue enorme. Es, sin duda, el gran apóstol del siglo XIX.
El Siervo de Dios nació el 11 de noviembre de 1808, en Adoáin, pequeña aldea de Navarra. Su nombre de bautismo fue Pedro Francisco. Tomó el hábito Capuchino en el convento de Cintruéñigo, recibiendo el nombre de fray Esteban de Adoáin. Hizo sus estudios en los conventos de Peralta, Pamplona y Tudela ordenándose en diciembre de 1832.
Tras la nefasta Desamortización (mejor, Exclaustración) de Mendizábal, los conventos y monasterios de España son suprimidos. Vivió algunos meses en Irurozqui, de cura diocesano, al lado de su familia. Más adelante el General de la Orden le envía, en mayo de 1987 junto con otros 29 capuchinos españoles, a Venezuela una vez que han sido solicitados por el Gobierno de aquella República.
Fueron sus fatigas enormes debido al clima tan insano de las selvas, los insectos, la falta de alimentos en la región. Aún así, lograron evangelizar a los indios tarugos, utumacos, mohineros y chiricoas, y fundaron tres pueblos en medio año.
Por orden del Gobierno tuvieron que abandonar su misión del Apure. Gravemente enfermo, fue sacado de aquel país tendido en una canoa. Estuvo enfermo desde 1843 a julio de 1845. Viendo el estado de su salud, el Prefecto de aquellas misiones, el P. Ramón de Murieta le envió a Europa para curarse. En julio de 1845 llegó a Burdeos.
Pero pronto vuelve a Venezuela, misionando en Caracas. Se consolida la revolución en este país y el Prefecto envia al P. Esteban a la Habana para que buscase asilo seguro. Pronto las autoridades cubanas le concedieron un convento en Guanabacoa, pero la fundación no prosperó porque los religiosos, a ella destinados, murieron o quedaron gravemente enfermos. Se traslada de la Habana a Santiago de Cuba, donde fue muy bien recibido por el Arzobispo de aquella Sede, el P. Claret (que luego sería santo, fundador de los claretianos).
Recorrió entonces el Capuchino la mitad oriental de la Isla, sin dejar un solo pueblo en que no predicase misión, con el estandarte de la Divina Pastora.
Pasada esta etapa, perdida la esperanza de fundar convento en Cuba, en 1856 pasa a Guatemala, donde predicó muchísimo. De allí pasó a El Salvador en 1859. Sin embargo, es expulsado de allí por los militares, aunque entra de nuevo fundando un convento Capuchino en la ciudad de Santa Tecla.
En el Capítulo de noviembre de 1868, fue elegido el P. Esteban por unanimidad de votos, Comisario General de los Capuchinos de Centro América, y guardián del convento de Antigua Guatemala. En aquellos días de 1871 triunfa la revolución en Guatemala y el nuevo presidente, García Granados dio decreto de expulsión contra todos los Obispos y Órdenes religiosas.
Pero el impío decreto no pudo ejecutarse contra los capuchinos porque más de cinco mil hombres armados rodearon el convento gritando que no había de salir para el destierro, ni el P. Esteban ni ninguno de sus compañeros.
Aún así, unos años más tarde, por sorpresa, son expulsados entre bayonetas, hasta el puerto de San José, donde fueron trasladados en un vapor norteamericano a San Francisco de California.
En marzo de 1873, el P. Esteban con un grupo de compañeros de destierro pasa a Francia, incorporándose a la comunidad del convento de Bayona, que se componía de religiosos españoles. Los cuatro años que perteneció a aquel convento, no cesó de predicar misiones por los pueblos del País Vasco francés, entrando algunas veces en España. En 1876 pudo predicar misiones en varios pueblos de la provincia de Navarra.
Los capuchinos ya iban teniendo permiso de las autoridades para volver de nuevo a España. Y en marzo de 1877 fue destinado por el P. Llerena a Antequera a restaurar el antiguo convento y presidir como guardián a aquella comunidad. En otoño del mismo año restaura el convento de Sanlucar de Barrameda, del que fue primer guardián. Predicó por toda Andalucía.
Sus misiones que comenzaban en las iglesias, terminaban en las plazas a causa del gentío.
El P. Adoain renovó en Andalucía los tiempos del beato Diego de Cádiz, también capuchino.
Elegido Vicecomisario General de los capuchinos de España, restauró los conventos de Masamagrell, Arenys de Mar, Pamplona y Montehano. En mayo de 1880 muere, a los 72 años de edad, en Sanlúcar de Barrameda, donde reposa su cuerpo.