Premio Príncipe de Viana -Discurso del capuchino Tarsicio de Azcona.
Altezas Reales.
Autoridades de la Comunidad Foral de Navarra.
Presentes todos, en persona o por las ondas.
“Me brota del corazón un poema bello”, dice el salmista recitando sus versos a un rey. Y la misma emoción siento yo hoy pronunciando un himno de acción de gracias por su presencia aquí, dirigido a los Príncipes, que dentro de pocos días serán Reyes, a los que deseo los mayores aciertos en su difícil y honrosa tarea; a las autoridades de la Comunidad Foral, al Consejo Navarro de Cultura, asesores del Premio “Príncipe de Viana”. Gracias a todos vosotros. No puedo dejar de recordar a mi Orden de capuchinos, mi madre religiosa, al Centro Superior de Estudios Teológicos, colegas y alumnos, donde discurrió mi docencia. Gracias a todos los archivos, sobre todo pamploneses, en los que no son oro sólo los documentos, sino sobre todo las personas, que atienden a los estudiosos. Tampoco olvido a mi pueblo de Azcona y mi verde valle campesino de Yerri. Gracias, también, a este singular monasterio de san Salvador de Leire, que nos acoge y al Orfeón Pamplonés que interpreta habitualmente tan elevadas melodías de los PP. Donostia y Lorenzo Ondarra, capuchinos.
“Dejé la azada y me enfilaron hacia el estudio”. Permitidme un apunte personal. Me llamo Jesús Morrás Santamaría, aunque he usado y uso en mis estudios de investigación el nombre de Tarsicio (el santo mártir de las Catacumbas)... Os cuento. En los misterios de la vida religiosa, al emitir la profesión te cambiaban el nombre civil y te imponían otro religioso con el lugar de origen, para transformarte en una nueva criatura. Ya antes del Papa Francisco se desterró esta equívoca costumbre. Soy el quinto de siete hermanos y provengo de una modesta familia campesina. Soy un renuevo del pueblo llano, el que más ha sufrido las calamidades, sobre todo, bélicas. Pero dejé la azada y la espuerta y después de 13 años de estudios en casas de la Orden, de 5 de universidad, de 40 de docencia y 60 de investigación, puedo continuar trabajando por la Iglesia y la cultura de España y de Navarra, uniendo con afán, fe y cultura, bajo la autoridad de mis prelados de la Iglesia de Navarra, promotores de la elevación de nuestra Comunidad Foral.
”La Historia, maestra de la vida”. Al ingresar en la Facultad y en el Archivo Secreto Vaticano, me recordaron esta sabia definición de Cicerón. ‘Maestra’, con tal que no se atreva a decir voluntariamente nada falso, y que se atreva a decir siempre la verdad. Desde mi tesis doctoral comprobé que en la Iglesia Católica siempre ha existido la reforma, pero no sólo como corrección de un abuso, sino como ley y criterio de vida. Así he podido probar que existió la reforma en España en todos sus estamentos, antes de la reforma luterana. Fue buen banco de prueba para analizar este problema, profundizar el reinado de los Reyes Católicos, sobre todo el reinado de la Isabel I de Castilla, la Reina Católica. He dedicado libros y docenas de estudios a estos apasionantes personajes y temas.
No he podido dejar de dedicar un numeroso bloque de estudios a la Orden a la que pertenezco, apreciada por las autoridades de Navarra y a la que concedieron la fundación de nueve casas, por la razón principal de que no podía poseer ningún bien, ni rústico ni urbano. Ni puedo olvidar el bloque nativo, con variados estudios sobre el País Vasco y sobre la conquista de Navarra de 1512. En los últimos años, la microhistoria me ha llenado de satisfacción al dedicar un libro a mi pueblo de Azcona y otro a los 22 pueblos clásicos del valle de Yerri.
“La cuesta arriba del historiador”. He sido feliz en la docencia y en la investigación, y en ambos campos me he atenido a situar documentalmente los hechos, a entenderlos genéticamente, es decir en sus contextos, y a exponerlos a la opinión con la pulcritud literaria posible.
A mi labor crítica he asociado siempre una aspiración meta-histórica, el recuerdo emotivo, el aprecio profundo y la adhesión ferviente a nuestra tierra y a nuestra gente. Esa aspiración crece en este momento, en el que me embarga, como un gran anhelo, la cultura de nuestra Comunidad Foral. De mano de la paz y de la concordia, caminaremos hacia el bienestar. La historia es imparable y la hacemos nosotros mismos.
¡“Aúpa, Navarra”!
¡Muchas gracias!
Leire, 4 de junio de 2014.
Tarsicio de Azcona