El bebedor de Yajé. Fernando Payaguaje.
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Fernando es el último de los grandes sabios de un pueblo indígena que fue famoso por el poder de sus jefes religiosos.
En efecto, entre los secoyas que viven en Ecuador es el representante final de una saga de dirigentes que atesoraban los profundos secretos de la auténtica vida: contacto con los espíritus celestes, dominio de las fuerzas del mal, memoria de las tradiciones más antiguas, potencia para las curaciones...
En este libro encontramos detalladas narraciones de su protagonista para describir unas prácticas que ahora, muy esquemáticamente, se resumen: un largo y sufrido aprendizaje bajo la sabia guía del maestro donde no escasearán la accesis física, el dominio de sí mismo, la memorización de las tradiciones orales, la experimentación personal con las plantas curativas, etc... simultáneamente y de forma progresiva el aspirante se iniciará en la toma y misterios de los narcóticos, verdaderos agentes de la comunicación espiritual, con todo cuanto esas tomas acarrean: purificación corporal, dominio de la mente, escenificación ritual...; finalmente quedan las pruebas de fuego a realizarse frente al juicio de su grupo: habilidad ritual, narrativa, interpretativa, poder curativo, conducta limpia y ejemplar, energía convocadora de las fuerzas vitales propicias para los suyos...
Estos indígenas, libérrimos andadores, que no necesitaron otra organización que la de sus propias familias, se nuclearon siempre alrededor de alguien a quien llamaron yajé ucuquë -bebedor de yajé- o también iti pa íquë -jefe-. Tales personajes han sido la piedra angular de su vida, de forma que si prescindiéramos de ellos aquélla no podría explicarse; este hecho fue tan notorio que todos quienes se acercaron a ellos, bien sea con propósitos de conquista, intercambio o conocimiento, tuvieron que habérselas con la emblemática figura del bebedor. Por ello cuando Fernando narra en este libro su vida está contando al mismo tiempo la de su grupo y al lamentar su actual soledad -postrer sabio sin discípulos-, deja en el aire la duda de si este será el momento terminal de todo su pueblo.
Los auténticos jefes alcanzaron el conocimiento total del mundo material y espiritual, dominaban los dos aspectos y, por tanto, estaban capacitados para proteger a su pueblo: sin ese saber, uno puede dar órdenes a las personas pero al no dominar el mundo de los espíritus su pueblo quedaría desprotegido.