En nuestra noche te buscamos. Doce salmos contados a Dios con voz herida
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Nos duelen las noticias de los periódicos, sobre la muerte, la insolidaridad, el hambre, las mentiras, la farsa, las tonterías, porque son verdad..., ¡nos duelen!
Desconfiamos de tantas teorías, proyectos y reformas...., y de pronto, dudamos de todo lo que revolotea a nuestro alrededor y nos ponemos a decirle a Dios lo que nos sale del corazón, sentimientos y dolores.
Como si las palabras levantaran las manos y ellas elevaran la voz y quisieran contagiar a todo ser para vencer el zumbido de tanto mundo extraño y perturbado.
Estos son "Doce salmos, cantados a Dios con voz herida"; pero que hacen hablar al mar y a la ciudad y al propio corazón, al miedo, al árbol seco, al hombre que duda, a la niña huérfana, al monte...., y nos acercan a todos al borde del pozo para ver reflejado en él nuestro propio rostro.
A veces nuestra voz es la voz de toda la ciudad que vive, que trabaja, que llora, que se desazona, que se vista de harapos en el pobre que se sienta en la acera, o se cree más, porque mira desde el piso más alto y lujoso lo que pasa abajo, donde el frío es más frío y se acurruca en los portales.
Estos "Doce salmos a Dios contados con voz herida" hablan de la esperanza, porque Cristo se quedó con nosotros "hasta el atardecer" y porque Dios nos dio un corazón siempre en busca de algo ulterior y desconocido... Nos describen como los peregrinos que regresamos de tantos caminos decepcionados y tristes, cargados de incertidumbres....
Y nos hacen pensar que tal vez tengamos que buscar "nuevas formas de ser hombres...".
Pero siempre desde la mina de tantas maldades, desde el pozo de la miseria, el corazón se levanta hasta Dios y le dice: "soy como el orujo exprimido en el año de la mala cosecha...; pero te amo; déjame fermentar en tu amor" (D. Alonso)
Salmos que preguntan al mar insondable, y al monte con aire de bienaventuranzas y a la orilla del camino donde se sentaban los ciegos esperando que pasara el Mesías..., para el fin, cantar la "alegría" y gritar la palabra "gracias".
Doce Salmos escritos por José Martínez y Fermín de Mieza que intentan concertar la brillante y sugestiva prosa del primero con la poesía del segundo. El juego terrible de la libertad humana con la que "Dios limita" y el límite también de la palabra y del verso para entonar un canto de alabanza a Dios.
En tus manos, lector tienes este libro "En nuestra noche te buscamos" (Doce Salmos a Dios contados con voz herida)... ¡Y quizás falte tu salmo! ¡El tuyo!