En seguimiento de Cristo
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Estad prontos a dar razón de vuestra esperanza... (1 Pe 3,15), y esa es la razón de estas meditaciones, con mis ilusiones y limitaciones, dar razón de mi esperanza: Jesucristo, y alentar la esperanza en Jesucristo. Creo que de Jesús no se debe hablar para informar sino para evangelizar. El relato sobre Jesús hoy debe revestir la modalidad del testimonio personal, debe ser, como escribió el papa Pablo VI, una evangelica testificatio.
Los cristianos, especialmente en la sociedad occidental, parecemos (¿lo somos?) personas ya un tanto cansadas, un tanto desencantadas; emotivamente atemperadas...
Nuestros ciclos vitales han superado el estadio de las explosiones y las decisiones significativas, y hemos entrado en la época de la pervivencia, de la resistencia, de la subsistencia... Y hacemos de la necesidad, virtud; cuando habría que hacer de la virtud, necesidad.
En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium el papa Francisco apunta a esta realidad: El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada... Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente (EG 2). Y, sin embargo, el seguimiento de Cristo, tema que vamos a tratar, se produce desde la fascinación, el encanto, la explosión, la pasión... Es lo que quisiera transmitir, un poco de pasión. ¡Que el Señor lo haga posible! Que me conceda Dios saber expresarme y pensar como corresponde a ese don (el seguimiento de Cristo), pues él es el mentor que marca el camino. Porque en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras (Sab 7,15-16).