Bienaventurados
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Si no lo hubiera dicho Jesús, las "bienaventuranzas" nos parecerían una tomadura de pelo; pero son sus palabras y, sobre todo, son su vida.
Él fue pobre (Mt 8,20), manso y humilde (Mt 11,29), tuvo hambre y sed, de pan y de agua (Mt 4,2; Jn 4,7; 19,28) y de justicia (Lc 4,18), lloró (Lc 19,41; Jn 11,35), fue misericordioso (Mt 9,13), construyó la paz (Jn 14,27; Ef 2,14), fue perseguido y murió por la causa del Reino de Dios (Lc 23,44-46 y par.)
Las "bienaventuranzas" no son un sermón improvisado, de circunstancias.
Se encuentran al inicio (Mt 5,2ss; Lc 4,16ss), en el centro (Mt 11,2-6) y al final de la vida de Jesús (Mt 25,31ss).
Son su filosofía, o mejor, su teología.... Porque ellas nos hablan, en primer lugar, de Dios: de sus preferencias y de sus sufrimientos.
Estas palabras son anuncio y denuncia; felicidad y juicio; sabiduría y necedad; teología y antropología; gracia y ética...
Son el proyecto de una vida, la de Jesús, y un proyecto de vida, el del cristianismo.