Las parábolas, ayer y hoy
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Las parábolas se mueven más en la órbita de la sugerencia que en la de la definición.
Son imágenes, ventanas abiertas, a través de las cuales podemos asormarnos a la comprensión del misterio del Reino de Dios, y requieren un talante contemplativo; de lo contrario puede cumplirse la advertencia del Parabolista, que: "por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan" (Mc 4,12).
La parábola está caracterizada por la brevedad, la plasticidad, el contacto con el mundoreal de los oyentes, la capacidad evocadora; no pretende tanto moralizar cuanto evangelizar.
Es, además, implicativa y provocadora; invita al oyente a entrar en su proceso hermenéutico.
Una parábola nunca es lo mismo.
La rutina no reside en ella, pero puede residir en el oyente/lector.
La opción de Jesús de hablar en parábola, como recurso para proponer el Evangelio, no debería minusvalorarse en la metodología y estrategia evangelizadora de la Iglesia.
Las parábolas evangélicas nos siguen esperando, cargadas de sentido y fuerza renovadora.
Como la primitiva comunidad, ejerzamos nuestra responsabilidad ante ellas.
No son "reliquias", sino fermentos, semillas, palabras de vida.
¡Abrámoslas y abrámonos a ellas!